Los herederos de Cal Catani viven un año dulce de ventas y pasan página de la escisión familiar que ha derivado en una nueva empresa competidora
Bombones Cudié es una de esas empresas que pocos conocen por su nombre. Para los vecinos de Vilafranca son los de Cal Catani, y para el resto de clientela, la cara de la familia Cudié es el producto estrella que vienen: las catanias. Estos bombones singulares son un negocio histórico que hoy dirige la tercera generación familiar. A pesar de que las ventas crecen y ya han pasado página de los baches propiciados por la crisis, la empresa no ha escapado de la espada de Damocles que es para muchos negocios familiares el paso de la segunda a la tercera generación, un tránsito delicado que la empresa asegura que ya ha superado.
En el caso de Cudié, las tensiones familiares marcaron en 2015 y desembocaron en la salida de la empresa de una de las tres ramas familiares que formaban el accionariado. El sector crítico estaba capitaneado por quien había sido durante los últimos 20 años el gerente de Cudié, Josep Miret Cudié, uno de los nietos del fundador. El desencuentro con sus primos, explica, conllevó su salida de la empresa y una reordenación accionarial.
Bombones Cudié pasó entonces a una gestión profesionalizada y fichó el primer consejero delegado externo a la familia, Albert Cirujeda (a la derecha de la foto). Este ejecutivo pelota con los actuales accionistas el futuro de la compañía de Vilafranca del Penedès. Los otros nietos del fundador, Oriol Llopart (a la izquierda de la imagen) y Dani Cudié, son responsables de producto y de logística respectivamente.
La guerra de las catanias
Por su parte, Josep Miret -l’exgerent de la empresa- no sólo salió del negocio familiar, sino que ha levantado uno nuevo por su cuenta que, además, se ha convertido un competidor de Cudié. El empresario ha puesto en marcha este año Mi & Cu, que comercializa bombones -algunos muy similares en apariencia a las catànies- y que tiene el obrador también en Vilafranca del Penedès. «Es un negocio que quiere ir más allá de los bombones tradicionales y enfocarse en la exportación desde el principio», asegura Miret.
Ajenos a la polémica, Bombones Cudié reivindica que todo es agua pasada, aunque «ha costado de digerir», reconoce el actual consejero delegado, Albert Cirujeda. La empresa está a punto de cerrar un buen año. La facturación alcanzará los 2,3 millones de euros, un 16% por encima que el año 2015. El próximo, apunta el directivo, el objetivo es seguir por este camino ascendente.
La gallina de los huevos de oro de Cudié son las catanias y la expansión que están haciendo más allá de su mercado natural, que es Cataluña. «Contamos con distribuidores en toda España en tiendas especializadas, pastelerías y también hemos entrado en gran distribución», explica Cirujeda. Este año precisamente el canal de la gran superficie les ha aportado un crecimiento importante y hay negociaciones con nuevos clientes para el año que viene. Entre otras operaciones para diversificar el canal de ventas, explica el directivo, Cudié ha conseguido entrar en la carta de productos gourmet de Vueling.
La exportación también al alza y supone ya el 15% de los ingresos de la empresa. Las catanias y demás productos Cudié llegan a 22 países, entre los que destacan los mercados de la Europa central y nórdica, buenos consumidores de chocolate, como Alemania, Austria y Suecia. También exportan a Nueva Zelanda, Australia, Estados Unidos y Canadá. Una de las grandes esperanzas, además, es China -donde ya tienen algunas ventas- y el Sudeste Asiático, donde Cudié se beneficia de la imagen de producto mediterráneo, explica Cirujeda.
Cataluña, sin embargo, continúa siendo su principal mercado. La imagen de las catanias estuvo durante muchos años ligada a la ya extinguida Caixa Penedès y las cajas con los que la entidad felicitaba las fiestas de Navidad a sus clientes. «Era un pedido que nos daba mucha visibilidad en todo el país», recuerda el actual consejero delegado de la compañía.
Un bombón con corazón de almendra marcona caramelizada, recubierta de praliné blanco y rebozado con una pizca de cacao. La receta tiene más de 70 años y salió de un obrador de Vilafranca del Penedès. Su autor, José Cudié, fue bastante vivo para bautizar estos dulces como catanias y registrar su nombre para que ningún competidor pueda hoy utilizar este nombre, aunque se ha convertido en casi un genérico para denominar este tipo de bombones.
El primer obrador de las catanias era la pastelería de cal Catania. Como suele ocurrir en los pueblos, la denominación hay Catani explica porque el dueño del negocio tenía una hija que festejaba con un chico originario de la región italiana de Catania y la clientela comenzó a usar este nombre cuando iba a comprar dulces en el establecimiento.
Josep Cudié inspiró en un bombón francés, el cro-crema, para desarrollar sus catanias. Era el año 1946, repasa Cirujeda, y en París triunfaba este dulce, así que el pastelero quiso hacer su propia versión. El gran secreto de la receta es el praliné blanco que recubre la almendra, que siempre es de la variedad mediterránea marcona. Cudié registró su denominación y ató para siempre el producto a ese nombre.
Desde entonces, la segunda y sobre todo la tercera generación han luchado para diversificar la gama, pero la sombra de la Catania es alargada. Recientemente, han lanzado al mercado nuevos productos, variantes de la receta tradicional con nuevos sabores que van desde el café hasta el yogur o la lima.